sábado, octubre 18, 2008

No creo en el matrimonio

"La felicidad del amor no se hizo para dormirse en ella, sino para joderse juntos" Gabriel García Márquez. El amor en los tiempos del cólera.

En los últimos días se ha hecho penosamente evidente para mí que el hombre viene artillado de fábrica con un sistema mucho más sofisticado de autoestima que las mujeres. El hombre piensa primero en él, segundo en él, tercero en él y si sobra espacio para un cuarto... entonces piensa en él también; el hombre tiene tendencia a ser egoísta en la cama, los que lo han logrado evitar, ha sido a través de un aprendizaje. El hombre no tiene miedo de pedir lo que quiere, la mujer reza para que el tipo adivine lo que a ella le gusta. El hombre pide sexo oral, y una..... sólo imagínatelo, una mujer diciendo dizque 'mámamelo'.... no creo, no.

El hombre cotiza su trabajo más caro; recuerdo una ocasión en que Eduardo fue a la compañía en que trabajábamos antes a cotizar un trabajo independiente, pidió $90,000, el dueño le ofreció la mitad, él no lo cogió. Cuando llegó a su casa, su esposa, que tiene competencia en la misma área que él y probablemente es mejor, le armó un pleito que duró como 1 mes. Ella hubiera cogido el trabajo... y quién sabe, probablemente yo también!!

El hombre coge y suelta relaciones con mujeres basado en parámetros tan superficiales como: "me siento bien" o el humor en que amaneció hoy, ninguna "responsabilidad", compromiso o preocupación por los sentimientos ajenos es más fuerte que su propia vida.

El hombre tiene mucha más facilidad en tomar decisiones basadas únicamente en lo que le satisface y lo hace feliz a él, la mujer priva en ser complaciente. Sólo hay que ver cómo mi amigo Hugo, que es un mierda, pudo soltar a la loca que tenía en solo 2 meses, desde que consideró que no le convenía y que le afectaba económicamente y de mala manera ¡a mí me tomó 10 años aceptando líos de dinero, desapariciones de electrodomésticos e irresponsabilidad en la administración! y todavía, no contenta con esto tuvo que llegar al punto de que afectara a mis hijos, y amenazara mi vida y la suya propia. Y todavía, si me preguntan por qué se acabó mi matrimonio, uso como excusas las peores cosas que Adrian hizo... como si no fuera suficiente con decir "no estaba feliz" y punto.

Y por ahí viene la otra parte, la de que yo no creo en el matrimonio. No creo en el matrimonio en primer lugar en el sentido básico, y es que en estos tiempos de leyes de protección al menor y a la mujer y las pruebas de ADN, el documento en sí no hace la diferencia. Pero no creo tampoco en el matrimonio en el sentido un poco más profundo del compromiso. Quien vive con una persona la convierte automáticamente en su familia y no va a engañar a nadie diciendo "yo soy un hombre soltero y puedo hacer lo que me de la gana".... por favor, ¿de qué planeta tú eres? o sea ¿con quién tú te crees que estás hablando? ¿qué tipo de retrasada mental se va a creer la versión de que está bien involucrarse con un hombre que ya vive con otra?

Pero sobre todo no creo en el matrimonio como una cárcel que atrapa a dos pobres víctimas solo con la intención de impedirles ser felices. Sencillamente es imposible para una mente del siglo 21 racionalizar quedarse con una gente que te está exprimiendo la vida "porque ya me casé".

Pero sí creo en el matrimonio que no se basa en un compromiso teórico, sino en un compromiso real; que no se basa en los papeles, pero sí en una convivencia más buena que mala. Creo en el delicado balance que se logra cuando dos personas logran llevar sus vidas paralelamente y a través de los años, con el aprendizaje, el crecimiento y el cambio siguen queriendo estar juntos. Creo en el compromiso de todos los días fajarse a cultivar esa relación, de que ambos van a estar de acuerdo que cuando surjan los "problemitas" van a ser un equipo contra ese enemigo común, no el uno contra el otro. El compromiso no es quedarse con alguien porque ya es inevitable, sino trabajar para que nunca llegara a ese punto.

Es complejo lograr el balance entre llevar un proyecto de vida en común y mantener cada uno una vida propia suficientemente interesante y satisfactoria para tener de qué hablar por las noches y pasarse intercambiando historias hasta la ancianidad. Es bueno trabajar en sitios diferentes, tener diferentes hobbies, tener amigos propios y amigos en común (es, sin embargo, muy aconsejable tener los mismos valores y posición religiosa, las diferencias en política y deportes no importan tanto), algo que leer, algo que ver, algo que contar, algo que compartir, algo que discutir.... sino se nos seca el alma.

El matrimonio generalmente no se basa en los grandes episodios, en las catástrofes y las enfermedades, esa es la amistad. El matrimonio se construye en la cotidianidad en el día a día, en la complicidad. Sin duda una afinidad de horarios, el cómo nos gusta pasar el tiempo libre, un sentido del humor similar son mucho más importantes que mi opinión del gobierno, y cómo quiero que me entierren.

....Y cuando esta afinidad no existe, no ha existido nunca, eso se llama incompatibilidad de caracteres y tiene que bastar y sobrar para una persona ir al departamento de quejas y reclamar su libertad! Que me quede claro a mí y que te quede claro a tí que yo tengo el derecho a ser feliz.

1 comentario:

  1. Jajaja! Es una gran reflexión de tu parte. Soy hombre y estoy convencido de que tener siempre algo de que hablar con tu pareja ayuda mucho a mantener la relación, mientras que la monotonia solo la destruye sin remedio.

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¿y cómo lo ve usted que tiene lentes, doctor?