lunes, agosto 18, 2008

Yo y mis 500 locos

Como el único objetivo de este blog es tarde o temprano (más tarde que temprano) convertirse en un libro, me preguntaba qué enfoque debía tener. Decidí esto: igual que si le estuviera contando los cuentos a una amiga. Primero, la última del día, luego, un poco del background de los protagonistas y las situaciones... si se acabara el impulso inicial y el historial se quedara por la mitad, en otro capítulo teminaremos.

Pues acabo de trancar el teléfono con mi amigo Augusto (todavía no sé cómo definirlo). Mi primer gran conflicto con él es que es perfecto, o por lo menos perfecto para mí... y además tenemos una compatibilidad increíble. ¡Excelente! ¿no? pues resulta que no, por un sencillísimo motivo: y es que yo soy una persona indisponible emocionalmente, cosa que le anuncio a todo el que conozco desde el primer momento.

Pues el caso es que este individuo, hombre macho masculino al fin, se tomó como un reto hacerme tragar mis palabras, por lo visto y me ha regalado en la larga semana que llevo conociéndolo una de las relaciones más satisfactorias en las que he tenido el privilegio de participar.... Por lo visto este era solo el primero de mis problemas: la típica guerra mente/corazón. Todavía no estaba yo decidida como terminar de enfocar o asesinar definitivamente la situación cuando ¡oh, sorpresa! se me presenta el segundo problema.

Don Augusto dice, muy campante él, que viene para acá, ¡PARA MI CASA! ¡qué chistazo! Lo primero es aclarar que él nunca ha estado aquí, que ya me avisó que está borracho como un perro porque andaba de bonche (sin mí), que ni siquiera nos hemos acostado nunca, que la casa está vuelta un desorden de todo el fin de semana, que estoy sola aquí y ¡ah, sí, claro! que es 5:30 de la madrugada del lunes y todavía yo no me he acostado trabajando, leyendo, escribiendo y viendo videos de los 80.

El punto es que yo tengo un historial con los acosadores que se ha desarrollado en los últimos meses y parece ser que todos los locos del país me detectan a la primera; estos detalles luego te los cuento.

Todavía no ha llegado, no sé si va a cumplir su amenaza. Ya apagué todos los teléfonos y la luz que se ve desde el parqueo y le bajé el volumen a la TV. Espero que se quede dormido del jumo y no venga. Si lo hace, ya soy experta en no abrir puertas, sobre todo los lunes en la madrugada.

Quizás sería bueno aclarar que en cierto modo yo me lo busqué. Cuando estábamos en el teléfono hablando yo dije algo que le gustó, entonces él contestó que le daban ganas de coger un taxi y venir a darme un besote solamente por eso... y yo --siempre tan brillante-- le contesté: "si tú vinieras tendrías que darme mucho más que un beso". ¡qué maravilla! pero yo me metí en el lío y yo me tengo que salir. Total, ya soy una niña grande.

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¿y cómo lo ve usted que tiene lentes, doctor?