Hoy me llamó un gran amigo, Hugo. Pero en realidad él no es originalmente amigo mío, sino que lo heredé, de otro amigo (y amante, y novio, y compañero de trabajo) llamado Eduardo (como ya habrás podido adivinar, todas las situaciones de este blog son completamente reales y todos los nombres completamente ficticios).
En fin, que el tipo me pregunta ¿qué es lo que te pasa? le digo, no me pasa nada; él me contesta que Eduardo llamó a Germán (no sé quién será el tal Germán) y le comentó que a mí me pasaba algo y como es muy lógico, Germán lo llamó a él y se lo dijo.
Parece ser que la última vez que yo me conecté a Messenger y él estaba on-line él me saludó y yo no le contesté. Por ahí viene todo el quid del asunto: Yo de verdad amo a este hombre, profundamente, con todo mi corazón, y entiendo que después de él los estándares nunca volverán a ser los mismos... pero (y siempre hay un pero) HACE 3 MESES QUE NO LE HABLO. Cuando me llama no contesto el teléfono, si me manda mensajes no los respondo, si me habla por Messenger lo ignoro y ¡ah, sí! me lo encontré un día en la calle y no le hablé... ¡y hoy fue que él se vino a dar cuenta!
Ya se podrá ver cuánto cariño me tenía él que no había notado mi ausencia en 3 meses. Luego abundaré sobre las especificidades de esta relación (por algo será que terminó). Pero mientras tanto, lo voy a bautizar extraoficialmente Harry Potter, porque si le vuelvo a contestar una llamada antes de divorciarse es mago.
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¿y cómo lo ve usted que tiene lentes, doctor?