domingo, noviembre 23, 2008

Ajustando las velas

“El pesimista se queja del viento, el optimista espera que cambie y el realista ajusta las velas” William George Ward

Aprendí algo nuevo anoche. Siempre digo que a mí las vainas solo me pasan una vez (en caso extremo dos), en este caso yo no estaba consciente de lo que me estaba pasando, por eso lo dejé pasar varias veces. Anoche fue que me di cuenta e inmediatamente decidí resolverlo para que no me vuelva a pasar.

Solo voy a mencionar a Eduardo porque es relevante para la historia. Yo había quedado conmigo misma que cuando él me volviera a llamar iba a terminar con él. La oportunidad fue el martes en la tarde que llamó y dijo 'vamos para la playa', yo fui todavía indecisa sobre si arruinar la salida hablando o no. Pero desde que llegó a buscarme con su hermano la duda se disipó sola porque ellos llevaban ya 4 horas bebiendo y naturalmente, no me iba a entender ni a escuchar. En el proceso de los tapones de la hora pico, buscar a Vivian la novia de Alejandro, encontrarnos con dos personas de camino y pararnos a conversar y la obligatoria entrada al supermercado para buscar más romo y vainas para comer, nos dieron las 8 de la noche cuando llegamos a Boca Chica. Lo primero que hace Eduardo es anunciar que tiene sueño y proceder a dormirse, me quedé el resto del tiempo con los otros dos bañándonos y chismoseando hasta que Eduardo se despertó y volvimos para la capital ¡gran salida!

La noche siguiente andaba yo de bonche, la noche que vino el español y por el ruido no oí la llamada de Alejandro a las 11:16 de la noche.... me dí cuenta como a las 12 y media y aunque traté de comunicarme ya no entraban los teléfonos de ellos dos, o sea que seguí tranquila la rumba hasta las 5 de la mañana. Terminé por pensar ¡qué bueno que no nos pudimos comunicar, quién sabe si me hubieran arruinado la noche! En la mañana volví a llamar a Alejandro y me dijo que estaban en el parque mío y como no encontraron coro se fueron a acostar, yo le contesté que bueno, la próxima vez me avisaran cuando estén empezando a beber, no cuando ya estén terminando (él lo negó pero no me importó, ésas no son horas).

Estos dos eventos aislados no serían tan importantes si no fuera porque me recuerdan el viernes de la penúltima semana, la noche que los dejé plantados porque se fueron con Hugo.

Pero hasta aquí, yo todavía no conectaba los puntos.

Pues anoche esto fue lo que pasó. Hay un muchacho, Emilio, que conozco de un grupo, nos hemos juntado por casualidad en bares, hemos hablado par de veces por teléfono y ayer me despertó invitándome a juntarnos a bebernos un vodka de manzana en un apartamento de un cliente que él usa en Malecon Center. Esa primera llamada fue cerca de las 3 de la tarde desde un car wash para pasarme a buscar desde que terminara allá. Por lo visto el lavado le tomó forever y no le quedó más remedio que ponerse a jartarse de cerveza, en lo que acababan. Cuando por fin terminó ya se estaba poniendo el sol.

El punto es que cuando llegamos al apartamento no encontramos hielo. Él dijo muy campante, no importa, nos la bebemos así ¡oh, sí, cómo no! Le pregunté si había un colmado que llegara allá y no sabía, le pregunté si había teléfono y no había, le pedí su celular y lo había dejado en el carro, 26 pisos más abajo. Cogí mi celular, averigüé el número del colmado, hice el pedido y.... nos jartamos de esperar. Naturalmente, que el tipo del colmado se perdió aunque lo llamé 4 veces y gasté casi todos mis minutos en él, mientras tanto Emilio, con un jumo cómodo estaba tratando de conversar y cogiéndolo suave; yo, mientras tanto, con el trago (riquísimo por cierto) servido, pero sin podérmelo beber ¡yo soy una reina, no me lo voy a tomar caliente!

Al tipo del colmado de mojón para allá le dije todo lo que me vino a la cabeza y a Emilio que me iba, porque yo no me puedo quedar sin comunicación y sin alcohol en un sitio que no conozco, y que honestamente, él es el hombre y tenía que resolver (en mi casa hay hielo, teléfono y delivery, no tengo por qué aguantar vainas). Ahí fue que él por fin se puso los pantalones y salió encojonado por el boche que le eché. Al rato volvió con el hielo y echando chispas porque tuvo que ir a buscarlo.

Pero mientras él salió me quedé con una rabia inmensa y pensando lo mismo de siempre: ¿qué tengo que hacer yo para que esto no me vuelva a pasar nunca en mi vida? y tomé dos decisiones. La primera no es a prueba de fallos y quizás no funcione en todos los casos, pero es una buena medida preventiva: cuando vaya a ir a una casa por primera vez, trataré de cerciorarme de camino si hay teléfono y si hay delivery, si no, trataré de que nos paremos de camino a comprar lo que se necesite.

Pero la segunda es a prueba de balas, una nueva resolución: No vuelvo a salir o a juntarme con personas que empezaron a beber antes de mí, primero porque no tuvieron el respeto de avisarme con tiempo y segundo porque me voy a topar con gente que ya están borrachos, hablando incoherencias o con sueño y que su prioridad no va a ser que haya bebida para mí (Podría agregar una tercera: no volver a salir con hombres que no sean perfectos caballeros).... y la terminadera con Eduardo queda pendiente para cuando lo agarre sobrio.

4 comentarios:

  1. leete el libre "The secret" y entenderas todo lo que esta pasando en tu vida!
    =P

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  2. leete el libre "The secret" y entenderas todo lo que esta pasando en tu vida!
    =P

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  3. kia luego de darle tanta importancia a tu "ultimo tormento" y tal y como dices en uno de tus post viejos "y tu estas preparada para su respuesta?"

    uffffffffff!!!

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  4. Oh sí, claro... suerte que estaba preparada

    Por su hermano me enteré hace par de días que volvió con la mujer!

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¿y cómo lo ve usted que tiene lentes, doctor?