domingo, marzo 15, 2009

Gracias, pero no gracias

Anoche estaba chateando con el presidente de mi promoción y él me comentó lo siguiente: "Quizás luego de que lo publiques y vendas el millón de copias y sea todo un best-seller puedas optar por convertirte a alguna religión y hacer como hacen muchos, por no decir todos, luego del parrandón me arrepiento, me convierto y todo bien" refiriéndose a si algún día yo publico un libro (que por cierto, no está en mis planes). Y por supuesto, lo que él me dijo es lo más lógico del mundo y además, lo que siempre sucede.

Pero no en mi caso, mi respuesta a esto es gracias, pero no gracias. Por un motivo muy sencillo, ya yo soy una persona extremadamente religiosa. Y religiosa en el sentido más convencional y más tradicional, religiosa de mandamientos y de sacramentos, religiosa de cuaresma y días de precepto, religiosa de rezar el rosario, religiosa de cada vez que veo un cura obligarlo a que me confiese y religiosa de defender a la Santísima Virgen antes que todo (para el récord, ninguna otra persona permite que le insulten a su madre ¿por qué habría yo de hacerlo?).

Más aún: yo no me casé la segunda vez porque para mí no tiene absolutamente ningún tipo de valor el matrimonio por lo civil. Si no puede ser por la Iglesia no vale la pena. Si algún día me sale la anulación de mi primer matrimonio, cuando yo ande cerca de la cincuentena de años probablemente yo replantee mi posición con respecto al matrimonio. No tendrá sentido elegir pareja para toda la vida cuando a uno le quedan quizás 60 años en este planeta, pero ya cuando uno es abuelo es una opción mucho más lógica.

Yo tengo una fe de tres pisos. Mi madrina de confirmación me decía "mi hija, Dios tiene mucho más para darte que tú para pedirle". Y en todos estos años no puedo decir que me haya quedado mal. Y mira que yo no me lo merezco.

Yo soy amiga de todos los curas y monjas que encuentro en mi camino. Yo soy más católica que el Papa y en lo que a mí respecta, lo que diga la Iglesia es lo que va, gústeme a mí o no me guste, total no es asunto de gustos.

Esto se debe a que después de tantos años jodiendo y preguntando e investigando y leyendo libros religiosos y luego de tantas vueltas resultantes en llegar siempre al mismo lugar del que había salido, dejé de preguntar. Todo lo que a mi insaciable curiosidad se le ha ocurrido cuestionar resultó que tenía la respuesta más lógica del mundo, completamente aceptable y además, que ya yo me la sabía desde los tiempos de la catequesis. No vale la pena tanta teología para al final saber más que todo el mundo y tener un compromiso mayor. Me parece que vamos más suave si nos atenemos a los básicos. Pasamos procesos de años, nos embutimos volúmenes de información contradictoria en la cabeza, lo medimos contra las experiencias propias y ajenas y al final llegamos a la misma conclusión: la ley del amor. O sea, a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

Y gracias a Dios que es así. Porque así la gente tan pecadora como yo tiene una oportunidad. Sólo nos salva cómo tratemos a los demás. Sólo nos salvan el amor, la caridad, la generosidad y la entrega. Como dice en la primera carta de Pedro "el amor borra multitud de pecados". Yo debo mucho y tengo mucho que agradecer, más me vale pagar esa deuda e invertir donde pagan al ciento por uno. Por mi parte yo me meto de cabeza en todas las obras y misiones que se inventen, generalmente doy más de lo que me piden (en privado, para no perder mi paga en el cielo. Ayudo a todo el que me necesita aún sacrificando mi propia comodidad y trato bien a todo el mundo, sin importar de abajo de qué piedra salieron.

Por supuesto que yo no hablo de religión nunca. Pero no porque me avergüence de ella, sino todo lo contrario, porque no quiero que mi Iglesia se avergüence de mí. No quiero que mi antitestimonio afecte a los que están haciendo las cosas como debe de ser. Yo soy humana y punto. No quiero desbaratar con los pies el trabajo que con tanto esfuerzo gente de piedad ha hecho con las manos y no quisiera por nada del mundo desacreditar mi Iglesia, que al fin y al cabo no es la responsable de cómo yo viva mi vida.

O sea que, para el señor presidente: no voy para ninguna parte, esta es mi casa y de aquí no me mueve nadie. Gracias, pero no gracias.

A todo el que no comparte mi opinión, por favor recuerde que este es MI blog.

1 comentario:

¿y cómo lo ve usted que tiene lentes, doctor?