sábado, junio 04, 2011

El amor en los tiempos del cólera

"La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia adentro para que puedas cambiar tu vida. Una verdadera alma gemela es, seguramente, la persona más importante que vayas a conocer en tu vida, porque te tira abajo todos los muros y te despierta de un porrazo. Pero ¿vivir con un alma gemela para siempre? Ni hablar. Se pasa demasiado mal. Un alma gemela llega a tu vida para quitarte un velo de los ojos y se marcha."

Elizabeth Gilbert. Come, reza, ama


El problema es que hay que asegurarse de que el muerto está bien muerto antes de empezar a velarlo. Si no no empiezas nunca. Tan pronto termina la negación (que es la primera de las 5 etapas), comienza la sanación.

Para continuar con este interesante recorrido hay que estar dispuesto a echarle lodo encima al que te jodió. Mientras más lodo y más sucio, mejor. Llegó la hora de ponderar lo patán, cabrón y mierda que era ese hijo de puta. De juntarnos con todos los que no lo soportaban para contarles mentiras inventadas sobre su virilidad o madurez. De compilar minuciosamente y punto a punto --como si fuéramos a ser examinadas sobre ello-- la lista de todo lo que hacía nuestra vida a su lado miserable: los gritos, las críticas, las quejas, la inestabilidad, la irresponsabilidad, la impuntualidad, la exclusión, la constante competencia por su atención.

Y luego sumarle a esto el hastío, los ronquidos, la falta de detalles, la gastadera en porquería innecesaria, las cosas que no te dijo, las cosas que sí te dijo pero te hubiera hecho un grato servicio callándoselas...

Entonces podrías seguir improvisando y entrar al fascinante mundo de los epítetos: inepto, estúpido, arrogante, payaso, cobarde, maricón. Esto es siempre muy sanador.

Y contar todo lo que hiciste por él, todo lo que dejaste por él, todo lo que sacrificaste por él, las veces que te tuviste que acomodar a sus gustos, o que lo hiciste de buena gana solo para descubrir que no se lo merecía. Que no se merecía tanto amor, que no se merecía tanta consideración, que no se merecía tanto respeto, que no se merecía tantos cuidados, que no se merecía tanto de tí.

Y algún día, cuando al fin estés curada, quizás seas lo suficientemente honesta para admitir que ni tanto. Que no era tan malo como lo pintaste. A lo mejor era un santo. Pero no importa ya, porque como dijo el Duke ayer: en una relación el que pierde más es siempre el que menos puso.

2 comentarios:

  1. "El que pierde más es siempre el que menos puso..."...ufff tremenda y verdadera frase,,,,definitivamente de batalla y da animos pa' seguir adelante...

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¿y cómo lo ve usted que tiene lentes, doctor?