La enemiga

"Es nuestro arcaico corazón el cruel tirano que nos humilla y martiriza, que nos colma de promesas y tiende el velo del engaño ante nuestros ojos"
José Manuel Fajardo. El Converso

Yo soy mi peor enemiga, y como autodestructiva al fin (igual que el 90% de mis conocidas), no podría salir de una relación sin provocarme la mayor cantidad de dolor posible.

A lo mejor por esta compulsión mía de sangre, muerte y destrucción fue que el Duke se pasó el fin de semana aquí. Igual que el anterior. Y el anterior a ese. Y el de atrás. (Y como ñapa se quedó también el lunes).

Por supuesto que la pasamos súper, como una luna de miel... No hay duda de que nos amamos profundamente (o quizás no nos amamos nada, quién sabe). El problema viene después. El problema es cuando empieza la semana y yo vuelvo a pisar la realidad y el único contacto son los encuentros esporádicos en que lo llamo para que me eche un polvo (tú sabes, porque aparentemente yo me odio y no permito que me otro me trate como una puta, mejor lo hago yo misma). Y me doy cuenta que la única forma de hacerme más daño sería enfrentándome a Myke Tyson en el infierno con solo un hacha hecha de nieve como arma.

Y no es la lejanía el problema. Sola estoy más que bien.

Es que según la terapeuta del Duke cada vez que nos acostamos es como si él llenara el tanque de gasolina y recarga fuerzas para poder estar ¡MÁS TIEMPO LEJOS DE MÍ!

Y eso me la pone en China, porque nunca podemos llegar a uno de los dos resultados aceptables: A) más me vale acostumbrarme a estar solo, porque yo no vuelvo con esa loca ni a palos, yo estoy demasiado bien y demasiado tranquilo así o B) es definitivo, esta es la mujer de mi vida y no quiero vivir si ella ni un día más. Haré lo que haya que hacer para resolver nuestras diferencias.

¿Qué tal? Brillante de mi parte ¿no?